RELATO GANADOR II

LA MONJA
Autor: Pablo Fernández Espuny. (4º ESO A)



Después del último día de verano, soleado pero con mucho viento, íbamos hacia el parque, mis amigos y yo, a descansar un rato después del gran partido de esa tarde. Queríamos charlar y disfrutar antes de tener que estudiar, que ya entraba la época. De camino al parque, anocheciendo, escuchamos unos gritos que provenían del instituto, nos asustamos y echamos a correr. De repente, todas las luces de la calle y de las casas empezaron a oscilar. Nosotros, cagados de miedo, no se nos ocurrió otra cosa que saltar al instituto donde se veía una tenue luz…pero por lo menos, había luz.

Mientras saltábamos, escuchamos unos fuertes pasos rítmicos a la vez que oscilaban las luces, gritando palabras, si es que eran palabras, ininteligibles para cualquier ser humano. Nosotros, con la prisa, no nos dimos cuenta de que no había ni un alma en toda la calle y que esto ya no era ninguna tontería. Ya dentro del instituto, dejamos de oír las voces y seguimos adentrándonos siguiendo la luz, que provenía del pasillo del tercer piso, en la parte antigua del instituto. Llegamos a la puerta principal, que, casualmente estaba abierta. Nos adentramos en el pasillo y, con mucho sigilo, proseguimos nuestro camino esperando encontrarnos con alguien que nos explicase la situación.

Llegamos a las escaleras y empezamos a subir. Cada vez había más luz, pero nada, ni un sonido y la calle seguía igual. Cuando llegamos al principio de las escaleras del segundo piso, sentimos el ambiente un poco frío, como si algo inhóspito rondase en el instituto aquella noche. Y de pronto…una campanilla. Nada más el indiscutible sonido de una campanilla resonando y haciendo eco en las paredes.

Mis amigos y yo no podíamos volver atrás; no en ese momento. Empezamos a subir peldaños, uno detrás de otro, con el corazón latiendo a máxima velocidad. Quedaba poco para la larga espera de subir la escalera, esa noche se estaba transformando en un verdadero sufrimiento. Ya quedaba menos. Cinco escalones: nada menos que cinco y no queríamos levantar cabeza por el gran miedo que sentíamos. Cuatro escalones, tres, dos, un escalón nada más, respiramos hondo y levantamos el rostro todos a una. Allí estaba. En medio del pasillo un cuerpo resplandeciente de una monja, cuya historia nos habían contado pocas veces, no por miedo, sino por no darle importancia. Y allí estábamos nosotros, plantados frente a la monja sin saber qué hacer, sin saber qué pensar, pero en algún momento tendría que pasar algo.

De repente, empezó a acercarse lentamente, haciendo más luminoso el pasillo. Nosotros, paralizados como estatuas, sin saber qué hacer y sintiéndonos más fríos por dentro cada vez que la monja daba un paso. Se me acercó y me tocó el brazo con la punta de sus dedos…y de pronto, una luz cada vez mayor que oscilaba hasta la oscuridad. Me había desmayado.

Pero la mañana siguiente fue tan normal, como si no hubiese ocurrido nada. Todo esto lo hablé con mis amigos, y nunca supimos si lo que vivimos aquella noche de verano fue un sueño, o la monja existe de verdad. Esto por supuesto, nunca se lo hemos contado a nadie, faltaría más que nos tomaran por locos, pero por algo he escrito esto, para que esta historia salga a la luz y que próximas generaciones no vuelvan a entrar en el instituto de noche, si no quieren llevarse un buen susto.