RELATO GANADOR I

LA LEYENDA DE LA MONJA
Autora: Carmen Abreu Fernández. (2ª ESO A)


En el pueblo de Osuna todo el mundo, sobre todo los alumnos del instituto Francisco Rodríguez Marín, conocía la leyenda de “la monja”. Esta leyenda decía que hubo una monja en el antiguo asilo, que actualmente es el instituto, que murió y desde entonces su espíritu vaga por el edificio y aparece todas las noches. Esta historia se usa sobre todo para asustar a los alumnos recién llegados, que se lo creen todo.

Lucía llegó a Osuna en pleno invierno debido a la mudanza a la que se vio obligada su familia por el trabajo de su padre. Mudarse en 2º de ESO no es fácil y menos si tus compañeros empiezan a contarte historias sobre fantasmas que andan de acá para allá sólo por ser la nueva. Pero Lucía no creía en esas cosas y no se dejó intimidar. Al ser muy tímida no conseguía hacer amigos y esto la hacía muy vulnerable, cosa que sus compañeros usaron para hacerle la vida imposible.

Así que un día, harta de burlas e intentando ganarse un poco de respeto y admiración, hizo una apuesta con los demás diciendo que pasaría la noche en el instituto y demostraría que no existía esa tal monja. Los chicos pusieron la condición de que si la veía, le sacara una foto, así que el suceso se fijó para la noche del viernes. Lucía esperó el día con mucha tranquilidad y llegado el viernes se escondió en un rincón y esperó a que todos los profesores salieran y los conserjes cerraran la puerta principal. Ver los pasillos tan solitarios y silenciosos le dio un poco de miedo, pero para entretenerse y esperar a que anocheciera se puso a jugar con los ordenadores. Le mandó un correo a su madre diciéndolo que se estaba divirtiendo mucho en casa de su amiga, ya que le había dicho que por fin había hecho amistades y que dormiría en casa de ésta.

Estaba en la pantalla cuando oyó unos pasos que venían de fuera de la clase, del pasillo. - “Será un conserje que está dando una vuelta”-Al cabo de un rato Lucía fue al baño, y mientras se lavaba las manos, le pareció ver a alguien detrás de ella reflejado en el espejo. Giró la cabeza. Nadie.-“Está claro: estoy demasiado cansada y la cabeza me está jugando malas pasadas”-Cuando salió al pasillo volvió a sentir esa especie de presencia, como si alguien a estuviera observando, y entonces la vio. Llevaba el típico hábito negro y blanco y estaba de pie en las escaleras, sonriendo malévolamente.

Al principio, Lucía se quedó en estado de “shock”, mientras su cerebro trataba de asimilar lo que había visto. Al fin reaccionó y empezó a correr todo lo rápido que pudo hacia la clase. Echó el cerrojo de la puerta y trató de tranquilizarse, no podía ser lo que ella creía. La monja.-“Esto no puede estar pasando, está claro que es mi imaginación. Pero… yo sé lo que he visto… ¡NO! Tranquilízate Lucía, tú sabes que ese tipo de cosas no existen”-pensó.Se dirigió hasta su mochila y cogió la cámara, sólo por si acaso. ¿Quién la mandaría a ella meterse en el instituto de noche, solo por una panda de chavales?

Después de un largo rato tratando de calmarse y de convencerse de que no había nadie allí fuera, consiguió dormir un rato hasta que otro ruido la despertó. No sabía bien qué era, pero tenía sed y se armó de valor para ir al baño a por agua (llevándose la cámara consigo “por si las moscas”). De vuelta en la clase volvió a sentir que había alguien más allí, así que para distraerse empezó a hacerse fotos. Cuando las estaba mirando se detuvo en una en la que aparecía ella con una especie de sombra detrás. Amplió la imagen para verla mejor y se llevó tal susto que se le cayó la cámara al suelo. Era ELLA, allí sentada tranquilamente, observándola. No quería volverse o se desmayaría. Antes de llegar a la puerta, así que echó a correr sin mirar atrás vio que ella se seguía; le entró aún más pánico y cuando se topó con los brazos de Jorge, el conserje, pensó que la había atrapado y todo se volvió negro.

Cuando despertó, Lucía estaba en su habitación y su madre estaba sentada en el borde de la cama. Le dijo que había hecho una estupidez al quedarse en el instituto y que cuando se chocó con Jorge, se desmayó y tuvieron que llamar a una ambulancia. Que en todo el camino no paró de decir semiinconsciente: “Ella nos persigue… la he visto…”. Cuando su madre se marchó, Lucía miró las imágenes de la cámara y se quedó atónita. La foto no estaba. Desde entonces Lucía cambió, y nunca volvió a decir que no creía en las leyendas: lo había vivido en su propia piel. Prevenía a la gente, lo que le dio la fama en todo el pueblo de ser la chica que se volvió loca al ver a la monja del instituto Francisco Rodríguez Marín